Page 10 - 04 llibre Alsina Amils

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condició d’artista. Confià la formació dels seus fills a Joan Samsó,
natural també de Gràcia, que triomfava a Madrid com a exponent
del natzarisme en el camp de l’escultura i era professor de l’Escola
Especial de Pintura i Escultura de Madrid des del 1878 i arribaria a
acadèmic de San Fernando el 1899.
“Mis primeros estudios
–escriu Antoni Alsina en uns records
manuscrits de la seva joventut a Madrid–
los hice bajo la dirección
del eminente escultor D. Juan Samsó, catedrático de la Escuela de
Bellas Artes de S. Fernando en Madrid. Vivía y trabajaba también en
el estudio del mencionado artista, el cual tenía cifradas esperanzas
en mi persona; pero yo no sentía por aquel entonces gran vocación
por el arte religioso, en el cual descollaba particularmente mi
maestro, tanto que sus imágenes eran admiradas no sólo por la
aristocracia madrileña, sino también por la familia real que con
alguna frecuencia visitava su estudio. De vez en cuando daba en él
reuniones, las que según lo poco familiarizado que estaba yo con el
trato de gentes, especialmente damas linajudas y encopetadas,
teníalas como un gran castigo. Juntábame en comandita con dos
condiscípulos del mismo pelaje y así, unidos como una ristra de
boquerones fritos tal como los sirven en las freidurias de la calle de
la Sierpe de Sevilla, nos atrevíamos a plantar cara a una señorita de
nuestra edad, vivaracha, que la tomaba con nosotros con la charla
graciosa y desenvuelta de las madrileñas”.
Recordava així la seva vida d’aleshores:
“Así fui creciendo en un
ambiente monacal que cuadraba muy poco con mi verdadero
carácter expansivo y bullanguero. Fuera de las reuniones
mencionadas, de un carácter tan severo, no tenía más expansión
que la del estudio, viviendo siempre encerrado. Peor aún, guardado
como una virgen del profeta”.
Alsina anava tanmateix a l’Escola de Belles Arts de Madrid, on féu
els estudis oficials alhora que s’estava a casa de Joan Samsó.
“Los
domingos miraba con melancolía desde una ventana que daba al
campo, en el que había a poca distancia una plaza de toros donde
se lidiaban embolados, el alegre movimiento de la gente que corría
a sus diversiones. Oía la gritería apiñada en el recinto taurino de la
muchedunbre como un rugido del mar. Tomaba apuntes des de mi
observatório a través de los hierros de mi prisión, de gente que
corría alegre con grandes cestas donde llevaban meriendas, de
chiquillos comprando churros calientes, de algun chulapo muy
echado para alante, de chaquetilla corta, ceñido de jamones,
requebrando a una moza aguadora, la que lucía unos brazos de
órdago, un delantal blanco y pulido como la plata y un gran peinado
de un pelo negro relamido en la frente, formando ondas hasta la
parte de las orejas, la que delante de un chavó tan pinturero y
desenvuelto, mostraba su risa florida enseñando sus dientes al
tiempo que presentaba como una ofrenda de luz y de deseos un
vaso de limón helado”.
Antoni Alsina recordava les seves reflexions: “
Muchas veces cruzó
por mi mente la idea de escapar de aquel encierro. Pero dónde iría
yo, que hasta entonces había vivido con las alas cortadas y me
sentía incapaz por mis propios medios de ganar un pedazo de pan.
¡Que disgusto entonces para mi maestro, al cual mis padres, desde
Barcelona, le habian confiado la custodia de su hijo!”.
Però no tot era ensopiment, Antoni Alsina recordava la festa que,
amb permís de Samsó, va gaudir amb motiu del casament de la
germana d’un amic:
“Todas las muchachas que acudieron a la
fiesta iban de mantilla y fuimos a celebrarlo a los Viveros, pasando
por la ermita de San Antonio de la Florida, donde entramos mi
amigo y yo con un grupo de mocitas. Mientras rezaban ellas y le
pedían novio al santo, contemplábamos nosotros los célebres
frescos de Goya en los que aparecen pintados unos ángeles que
tienen a la verdad poco de místico y mucho de manolas. Dos majas
con alas se ven allí que quitan el hipo. Cuando salí con mi
compañero ya estaban las niñas con el resto de la comitiva
esperando fuera y armaban un gran escándalo”.
Les noies se’n
reien d’una d’elles, que havia pregat tan intensament que ho havia
fet en veu alta i tothom havia sentit com expressava el seu amor
per un tal Manolo.
Després d’arribar a l’envelat, al costat del Manzanares, començà el
ball. Antoni Alsina recordava així aquelles hores:
“Qué otra cosa tan
Antoni Alsina Amils
durant la seva estada a Roma a finals del segle XIX.